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Actualización de madrugada

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Nombre: e-pesimo
Lugar: Cantabria, Spain

sábado 16 de febrero de 2008

FIRMAS: Isabel San Sebastián, Arcadi Espada, Erasmo, Pedro G. Cuartango, Lucía Méndez, Manuel Hidalgo, Albert Fert, Oliver Sacks



LA TRASTIENDA
ISABEL SAN SEBASTIAN
(Carísimas) chapuzas zeta


Más que las obras propiamente dichas, que requieren proyecto, arquitecto, obreros cualificados y calendario de ejecución, a nuestro presidente en funciones le gustan las reformas chapuceras que luego pagamos todos. La que ha llevado a cabo en su austera vivienda oficial el ministro de Justicia, ése a quien también le gusta presumir de rojo, aunque rojo de gustos caros y dignidad sobrevalorada, nos ha salido por 250.000 euros. Una cifra modesta si se compara con la factura abonada por otras chapuzas socialistas.

La presencia en las instituciones de los terroristas representados por ANV y el PCTV, sin ir más lejos, nos ha costado cuatro millones seiscientos mil euros (casi 8.000 millones de las antiguas pesetas) salidos de nuestros bolsillos para engrosar las arcas de ETA. Cuatro millones seiscientos mil euros satisfechos en concepto de sueldos y subvenciones, como prenda de buena voluntad del Gobierno y carburante de su fallido proceso de paz. Cuatro millones seiscientos mil euros irrecuperables, por más que ahora se carguen las tintas del fiscal general contra los partidos tapadera de los etarras, que podríamos habernos ahorrado de haber respetado el PSOE ese Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que él mismo firmó sabiendo que lo estaba traicionando. Y suma y sigue.

La manita de pintura («ajuste técnico» lo llaman ellos) que el Ministerio de Trabajo acaba de dar a las cifras del paro va a suponer la desaparición milagrosa de 42.000 desempleados de las listas del INEM, justo antes de las elecciones, no porque hayan encontrado trabajo, sino porque Caldera va a colocarles a todos en cursillos de formación con cargo al presupuesto. ¿A cuánto ascenderá la operación de maquillaje? Lo ignoramos. Lo que sabemos seguro es que el sindicato UGT no protestará en nombre de los estafados. Para eso le engrasó el Ejecutivo hace unos meses con 150 millones de euros más 26 inmuebles en concepto de «devolución del patrimonio histórico». Un pequeño óbolo procedente de nuestros impuestos y destinado a comprar esa otra paz, en este caso «paz social», de la que se jacta el cantidato de la ceja circunfleja. Y sigue y suma.

A falta de estructura sólida, barniz de colorines y a tirar de los ahorros. En lugar de principios, ocurrencias en formato vídeo. Si las cosas se tuercen, a mentir. Y si se ponen feas, a «dramatizar» provocando al aversario para luego culparle de crispar el ambiente. En eso consiste el talante de José Luis Rodríguez Zapatero. Esa es su idea de la política. Humo, sonrisas huecas, prestidigitación. Embustes.

ERASMO
Lmrabet

Lo explicó Erasmo (3-07-07). Este Ali atribulado, grande informador, vivió en las mazmorras encharcadas de orines del tirano Hassan II. Perseguido aquí por un facineroso, policía y pistolero disfrazado de periodista de la agencia marroquí (y la ACPE: corresponsales extranjeros, qué graciosos, tan bien informados, le acogen, ¡eligen!). También quiere proteger «su honor». Mas el Juez: no es partidario. Chapeau

VIDAS PARALELAS
EL PISO DE BERMEJO / LA DACHA DE STALIN
Un espacio para conspirar
PEDRO G. CUARTANGO

Tras el suicidio de su segunda mujer, Stalin no podía soportar el Kremlin y decidió construirse una dacha en Kuntsevo, a las afueras de Moscú.

Era una casa sencilla de dos plantas, con un gran huerto y una inmensa biblioteca. Stalin vivió allí en absoluta soledad durante los últimos 20 años de su vida.

La presencia de Stalin hizo de esa dacha, arrasada tras su muerte, el centro del poder soviético, el lugar donde se tomaban las grandes decisiones. Es sabido que el líder soviético se reunía allí con sus principales colaboradores hasta altas horas de la madrugada para cenar, beber y discutir.

Mikoyan decía cínicamente que, para sobrevivir a las purgas de Stalin, había que tener un estómago y un hígado de hierro.

Dacha significa «regalo» en ruso porque estas casas de campo eran donadas por los zares a quienes querían agradecer sus servicios. Lenin y Stalin repartieron miles de dachas entre la élite soviética, que gustaba de pasar el fin de semana en contacto con la naturaleza.

La dacha no era sólo un instrumento de evasión sino además de conspiración política. La nomenklatura moscovita tejía allí sus alianzas y urdía estrategias para medrar en la burocracia comunista.

No resulta extraño, pues, que una persona tan vinculada emocionalmente a la Revolución Bolchevique como Mariano Fernández Bermejo no haya podido resistirse a la tentación de seguir el ejemplo de Stalin.

La única diferencia es que Bermejo, que vive en las afueras, ha optado por construirse su dacha de 250.000 euros en el centro de la capital.

Tiene su lógica poque el ministro no necesita ese ático de 200 metros cuadrados por razones de comodidad ni de seguridad, como se ha dicho, sino para poder seguir conspirando en la mejor tradición de la nomenklatura soviética.

Cuando trabaja en su despacho oficial, Bermejo está controlado por una legión de secretarias y funcionarios de dudosa lealtad, seguramente espías del PP. En su casa de Pozuelo, están su mujer y su hija, un ámbito familiar que es necesario separar de la política.

Por tanto, Bermejo necesitaba un espacio donde poder meditar, recibir a su gente, dar instrucciones y trazar esas estrategias para acabar con la peligrosa veleidad de un poder judicial independiente.

La nueva dacha de Bermejo es céntrica, discreta y, por tanto, el escondite perfecto para encontrarse con magistrados, políticos y camaradas.

El ministro es un auténtico estajanovista. Jamás descansa. Todavía le queda mucho por hacer: desalojar al PP del Consejo del Poder Judicial, controlar el Tribunal Constitucional, colocar a unos cuantos colegas en el Supremo, purgar a los funcionarios reaccionarios que se le han sublevado y acabar con la infiltración de la ultraderecha entre la judicatura. Y para todo ello necesita su nueva dacha, aunque sólo sea para dos meses.

Cuando Bermejo duerme bajo su techo, sueña con el Palacio de Invierno, el acorazado Potemkin, las bayonetas de los soviets y la Aguja Dorada. Tiene en el fondo de su ser la vocación de conspirador exquisito, alma roja que se deleita con el beluga del Caspio y una copa de vodka helado.


ASUNTOS INTERNOS
LUCIA MENDEZ
El patito feo

Erase una vez una niña que vivió una infancia dura en Peraleda del Zaucejo, un pueblo de Badajoz. Eran los años 60 y en la España rural aún faltaba de todo. A la niña la conciencia política y social le nació en el seno de una familia republicana y por eso se convirtió en una joven de izquierdas, o sea, roja, una palabra que ahora no gusta, pero que en esa época estaba al cabo de la calle. La joven María Antonia Trujillo superó su infancia llena de estrecheces, estudió y se hizo profesora de Derecho Constitucional. Conoció a un político llamado Juan Carlos Rodríguez Ibarra, rojo como ella y socialista carismático que tenía en el bolsillo a la mayoría de los ciudadanos extremeños.

El presidente de la Junta de Extremadura la adoptó bajo su manto político y la profesora empezó una carrera política. Fue consejera del Gobierno extremeño y casi todos los días se miraba al espejo para recordar de dónde venía y hasta dónde había llegado.

Un día, su jefe Juan Carlos le dijo: «María Antonia, te vas a ir a Madrid. Zapatero te nombrará ministra de Vivienda». Un Ministerio. Ni en sus mejores sueños de infancia se había imaginado que llegaría tan lejos. Pronto se dio cuenta, sin embargo, de que la capital era más dura que la vida en su pueblo. María Antonia era de izquierdas, pero carecía de eso que se llama mano izquierda para la política, y que consiste en poner buena cara, lucir excelente imagen, ser simpático aunque trates con la Mafia y ocuparte de venderte a tí mismo en los cenáculos madrileños. Ella no sabía hacer nada de eso y se convirtió en el patito feo del Gobierno de Zapatero. Tampoco a sus compañeras Magdalena Alvarez y Carmen Calvo les iba muy bien, pero ellas tenían un carácter provocador del que ella carecía. Su paso por el Ministerio de Vivienda se convirtió en un infierno hasta que el presidente decidió sustituirla por una política más rubia y más joven que ella y con una imagen más rutilante. Además, Zapatero le dio a la nueva ministra, Carmen Chacón, cosas que a ella nunca le había dado: más presupuesto y respaldo político.

María Antonia Trujillo abandonó el Ministerio sin entender por qué le había salido todo mal y por qué, a pesar de que intentó hacer lo que pudo, sólo pasaría a la Historia por las soluciones habitacionales, los pisitos de 30 metros y las zapatillas kellyfinder.

La ex ministra regresó a su Extremadura natal sin abrir la boca y con más pena que gloria. Nadie la echó de menos en el cargo, puesto que la mayoría de los dirigentes socialistas la archivaron como una ministra fracasada.

Nadie la oyó quejarse en público hasta que Mariano Sánchez-Bermejo, un rojo madrileño con elevada autoestima política y mucho más lenguaraz que ella, dijo que había tenido que hacer unas obras faraónicas en la casa ministerial porque María Antonia se la había dejado hecha un asco. Y entonces aquella niña extremeña saltó. Por ahí no paso, se dijo. Una cosa es que me archiven como ministra y otra que me llamen guarra a la cara.


SABATINA SABATICA
MANUEL HIDALGO
Costumbres

Me he tomado un tiempo para reflexionar sobre la propuesta de Rajoy en materia de inmigración. Opino que no es preciso imponer a los inmigrantes un contrato de respeto y asunción de las costumbres españolas. Basta con que cumplan las leyes. Ahora bien, dándole vueltas al asunto, he llegado a otra conclusión: sería interesante que los inmigrantes se vieran obligados a asumir las costumbres norteamericanas.

Las costumbres españolas están cayendo en desuso. Una auténtica visión de futuro aconseja preservar las costumbres norteamericanas, que son ya las hegemónicas entre nosotros. Expulsar del país a un inmigrante porque no observe las costumbres españolas me parece improcedente, pero tener que expulsar de España -como sería necesario para no discriminar- a un español porque no se rige por las costumbres españolas, sino por las vigentes norteamericanas, sería muy doloroso. Muchos inmigrantes ya nos llegan, vengan de donde vengan, en el pleno ejercicio de las costumbres norteamericanas, de manera que tenemos buena convergencia, mucho adelantado.

Cuando todavía no hemos visto discutir a Zapatero y a Rajoy en la televisión, resulta que, como es natural, estamos siguiendo al día las discusiones entre Hillary y Obama. ¿No sería absurdo promover entre los inmigrantes el interés por las elecciones españolas cuando lo que nosotros ya nos sabemos al dedillo es cómo funciona lo del supermartes?

Ahora vienen los Oscar, que interesan a la prensa mucho más que esa patochada de los Goya. Sería ridículo querer empujar a un polaco o a una rumana a ver cine español, cuando aquí estamos perdiendo el hábito. Lo lógico es que el inmigrante se comprometa a ver cine norteamericano, que es la costumbre que ya tenemos aquí. ¿Y para qué va a aprender castellano el inmigrante si todos los españoles estamos aprendiendo inglés? Encuentro un contrasentido que a un niño marroquí se le obligue a aprender castellano cuando los niños españoles están volcados en el inglés.

Calzamos deportivas, vestimos vaqueros, llevamos gorras y camisetas con números, comemos hamburguesas con ketchup, escuchamos y cantamos rap -ya hay más raperos españoles que joteros-, bebemos Coca-Cola, seguimos cada rebote de la NBA, no queremos saber nada de la Guerra Civil, pero lo sabemos todo de la Guerra de Secesión, pasamos el finde en los centros comerciales, manejamos en inglés montones de aparatos e instrucciones, leemos a Dan Brown más que a Valle-Inclán, conocemos a la mafia norteamericana mejor -y ya es decir- que a la marbellí, compramos de noche en las tiendas de los chinos como cualquier neoyorkino, en fin, ¿para qué iban a tener que adoptar los inmigrantes las costumbres españolas?

Teniendo ahora los españoles, como fértil fruto de la globalización, las costumbres norteamericanas, sería un follón que los inmigrantes -que ya vienen preparados en todo lo norteamericano- tuvieran que aprender las viejas costumbres españolas. Sería volver atrás y peligraría la convivencia


EL MUNDO QUE VIENE
ALBERT FERT
«La tecnología es perniciosa cuando nos aísla; internet no debería impedir leer un libro»

EL ULTIMO PREMIO NOBEL DE FISICA ES UNO DE ESOS INVESTIGADORES 'RARA AVIS' QUE DISFRUTAN INTENTANDO HACER COMPRENDER, CON LENGUAJE SENCILLO, LA UTILIDAD DE SUS DESCUBRIMIENTOS. NOS BENEFICIAMOS DE ELLOS A DIARIO AL USAR TARJETAS DE CREDITO O AL ESCUCHAR MUSICA A TRAVES DEL IPOD

RUBEN AMON

CARGO: Profesor de la Universidad París-Sur (Orsay) y director de un laboratorio mixto del grupo Thales y el Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS) / FORMACION: Licenciado en Física por la Escuela Normal Superior de París / AFICIONES: El jazz, el cine y el rugby / CREDO: La imaginación / SUEÑO: Conseguido, ya tiene el premio Nobel

Albert Fert (Carcassone, 1939) debería ocupar un espacio sagrado en el altar de los hogares occidentales. Una foto al lado del San Pancracio. Una estampa junto a la planta del dinero. Un retrato a la vera del álbum nupcial. Y es que el hallazgo altisonante de la magnorresistencia gigante (GMR) en 1988 ha consentido materializar el milagro del disco duro, el sistema de frenos ABS, la memoria de las lavadoras, la banda magnética de las tarjetas y la miniatura del iPod. Razones, todas ellas, de uso cotidiano que la Academia de las Ciencias sueca ha sopesado seriamente para otorgarle el premio Nobel de Física.

El destinatario, originario de Perpignan, aficionado al flamenco y catalanoparlante, lo recogió el pasado diciembre en Estocolmo junto al físico germano Peter Grünberg. Ambos científicos descubrieron la GMR contemporáneamente. Y, lo que es más llamativo, llegaron a la mina de la magnorresistencia gigante por separado. Un ejemplo de contextualidad que reconcilia la tecnología en su dimensión más práctica e inmediata, aunque Albert Fert tiene cierta alergia a los electrodomésticos. Carecía de móvil hasta hace unos meses, conserva un equipo de música jurásico y sólo enciende el televisor cuando se trata de contemplar un partido de rugby.

Hemos venido a entrevistarle a su cálido apartamento parisino. Un ático sin pretensiones en el distrito XIII (rive gauche, en todo caso) que llama la atención porque abundan los tratados de pintura -Goya, Picasso, Monet- y porque Fert colecciona refinada música de jazz. Su aspecto recuerda al de Albert Boadella. Es ameno, simpático. Aparenta menos años de los que tiene y se peina con cierta galantería. Nada que ver con la imagen del científico desarreglado ni con el estereotipo de las personalidades excéntricas, aunque Fert tiene en su estantería el mismo galardón que la Academia concedió al matrimonio Curie y a Einstein.

PREGUNTA.- ¿Cómo podría explicar usted mismo que la magnorresistencia gigante, pese al nombre, nos sirve para disfrutar de nuestras miniaturas tecnológicas?

RESPUESTA.- La GMR es un efecto observado en las llamadas multicapas magnéticas. Son como un hojaldre que agrupa capas muy sutiles de dos metales, uno imantado, como el hierro, y el otro no imantado, como el cobre, con espesores muy delgados de uno a dos nanómetros. Estos hojaldres presentan una propiedad llamada magnetorresistencia gigante: su resistencia eléctrica disminuye drásticamente en presencia de un campo magnético. Entonces la corriente empieza a pasar por el milhojas. La aplicación de este fenómeno consiste en convertir pequeñísimos registros magnéticos, por ejemplo los que se usan para almacenar información en un disco duro, en corrientes eléctricas. Ganando mucha densidad de memoria y ocupando muy poco espacio. Espero haberme explicado.

P.- Los miembros de la Academia de las Ciencias sueca no han tenido dudas al respecto de su claridad. ¿Cómo cambia la vida un Nobel? ¿Ha variado el trato con los vecinos del bloque?

R.- Estoy empezando a vivir la experiencia. Cambia la vida. Crece la responsabilidad y aumentan las convocatorias, las solicitudes. También proliferan los actos inútiles y las pérdidas de tiempo. Comienzo a entender que la estrategia de un Nobel consiste esencialmente en decir: no, no, no y no. Te llaman como figura decorativa. Queda muy bien un Nobel en la inauguración de una exposición, en un ciclo de conferencias. El aspecto positivo radica en que se te escucha con más atención que antes. Se te concede más credibilidad. Ahora los políticos solicitan con más interés mis puntos de vista sobre la investigación en Francia, sobre la Universidad. Y me interesa desempeñar ese papel. A mí me da fuerza para avanzar en el desarrollo de nuevas ideas. Digamos que a un premio Nobel se le atribuye y se le reconoce mayor consideración entre los colegas.

P.- ¿Y la ceremonia? ¿Cómo se veía usted con el frac estrechando la mano de los reyes de Suecia? ¿Cómo reaccionó cuando le comunicaron la noticia?

R.- Tardé en creérmela. Fue emocionante. Recordé espontáneamente toda mi carrera. Me acordé de los inicios, de las vacilaciones. También se me juntaron en la cabeza todas las cosas que me quedan por hacer, que son muchas. ¿La ceremonia? Es muy impresionante. Tienes que llevar frac, atenerte a un protocolo, cumplimentar a los reyes. Y hay un lado kitsch. Los diarios suecos hacen clasificaciones de elegancia. Naturalmente, siempre gana la familia real. Es casi obligatorio...

P.- ¿Se siente reconocido en el hecho de que el premio distinga de manera implícita la ciencia de lo cotidiano y no la ciencia esotérica?

R.- La investigación proviene de la física fundamental. Pero es cierto que los hallazgos de la magnetorresistencia gigante han tenido dimensiones cotidianas gracias al efecto que provoca en los metales la aplicación de un campo magnético: el disco duro, el iPod, el sistema de frenos ABS, incluso la memoria del MP3 o las bandas de las tarjetas de crédito. Me satisface que nuestra vida sea más fácil gracias a estos artilugios. Creo, sin embargo, que el verdadero reto a partir de ahora es el desarrollo de la espintrónica. Un paso más allá en el desarrollo de las investigaciones realizadas hasta ahora.

P.- ¿En qué consiste?

R.- La espintrónica es una evolución de la electrónica que no sólo aprovecha las propiedades eléctricas de las partículas, sino también su spin; osea, un giro, un movimiento, que actúa como una minúscula aguja de brújula que lleva el electrón. La electrónica tradicional hace mover los electrones a partir de su carga. La espintrónica actúa además sobre el imán de los electrones. Una de las principales consecuencias va a apreciarse en una nueva generación de la comunicación y de emisión de las ondas de radio. Y, por extensión, en todas las comunicaciones sin hilos que ya estamos disfrutando: wi-fi. Bluetooth, teléfono móvil.

P.- También existen derivaciones en la medicina.

R.- Son más propios de la GMR. Los sensores magnéticos se han utilizado rápidamente en medicina, por ejemplo para el análisis de algunas moléculas, como los antígenos. Se pueden decorar antígenos con pequeñas partículas magnéticas y luego detectarlas basándose en la magnetorresistencia gigante, lo que permite obtener una gran sensibilidad. Hablando claro, éste es un método que permite, por ejemplo, detectar un cáncer, anomalías sanguíneas.... Otra aplicación muy interesante es la localización de los campos magnéticos de nuestro cerebro.

P.- ¿Y qué aplicaciones vamos a experimentar en el ámbito cotidiano?

R.- No es difícil imaginar el escenario del futuro inmediato. En pocos años habremos manipulado las microondas radiofónicas, los teléfonos móviles consumirán muchísima menos energía, y podremos contemplar películas en alta definición en la pantalla de nuestro iPod. Vemos día a día el modo en que va disminuyendo la dimensión de los aparatos y creciendo en poquísimo espacio la densidad de la memoria. La capacidad del disco duro ha aumentado de un gigabite a 600 gracias a la GMR. Y puede llegar a 2.000 en un margen de tiempo bastante breve.

Es gratificante que la investigación y la ciencia adquieran esta dimensión práctica. Tanto por el uso cotidiano como por el modo en que se concreta una idea que se ha concebido en la cabeza abstractamente. La dimensión maravillosa de la ciencia es el viaje de la abstracción a la realidad concreta. Los científicos imaginamos las cosas. Y a veces conseguimos materializarlas. De ahí la fuerte impresión personal que todavía me produce tener un iPod en las manos, poder escuchar música durante un mes sin interrupción.

P.- Creatividad, intuición, instinto. Habla como un artista.

R.- Son necesarios los conocimientos físicos. Las nociones de la cuántica. La mecánica que regla el movimiento de los electrones. A partir de ahí comienza a imaginar dónde puede llevar ese movimiento, y se hacen innumerables pruebas. Pero insisto: el primer paso es la imaginación; el último, la concreción. No es una dimensión artística, porque al arte consiste en hacer pasar las emociones humanas. Pero sí es una dimensión, cuanto menos, creativa. Y existe una cierta idea de la belleza detrás de los hallazgos científicos. Normalmente, cuanto más simples, son más bellos se presentan. La teoría de la relatividad de Einstein es un acontecimiento bello, hermoso. El gran problema es lograr que lo comparta un gran público. Los científicos tenemos que hacer un esfuerzo para hacernos entender mejor, salir un poco de nuestros laboratorios, comunicar. Determinados tecnicismos nos convierten en herméticos e insondables.

P.- Y en rivales. Usted mismo ha declarado en más de una ocasión que no hay demasiado fair play en la comunidad donde usted milita con prestigio.

R.- En cierto modo, el premio conjunto con Peter Grünberg es una prueba de la complementariedad, de la buena sintonía, del respeto. Aunque no es demasiado habitual. La competitividad lleva muchas veces a romper las reglas de la ética. Todos los medios parecen válidos para llegar a un descubrimiento. Incluso proliferan los casos de apropiación de ideas, trampas... En cierto modo, nos estamos resintiendo de la velocidad y de la voracidad. Cada vez se publican más estudios y hallazgos, pero, a modo de revancha, se está bajando el nivel de rigor y de seriedad. Creo que la ciencia es excitante. Y creo que hay espacio para todos sin necesidad de romper las reglas ni adulterar la carrera. El progreso no está saturado. Quedan muchas cosas por descubrir.

P.- El planteamiento sobrentiende la ecuación desarrollo técnico=progreso. ¿Es exactamente así? ¿No cree en una cierta esclavitud de la tecnología? Jean-Jacques Schreiber decía hace 25 años y a título visionario que la tecnología debía adaptarse al hombre. Y no al revés.

R.- Es cierto, la tecnología tiene que estar al servicio del hombre. No debemos ser esclavos de ella. Y, al mismo tiempo, no la podemos rechazar. Pero sí podemos administrarla. Limitar sus daños. No defiendo su uso cuando se emplea para controlar al ser humano y limitar sus libertades. Sí lo hago cuando se emplea para aumentar la capacidad y el rendimiento de los escáneres de los hospitales. La tecnología es perniciosa cuando nos aísla. Cuando trastoca las relaciones humanas. Cuando nos invita a quedarnos en casa chateando toda la noche. Internet no impide leer un libro. no debe hacerlo. La tecnología ha producido la bomba nuclear, sí, pero los científicos gracias a la tecnología también han advertido las amenazas medioambientales. De hecho, unas de mis preocupaciones actuales consiste precisamente en advertir al Gobierno francés de que es imprescindible aumentar el presupuesto y el compromiso en investigación.

P.- Y menciona la amenaza china.

R.- La sociedad occidental ha despegado gracias al progreso técnico e investigador. Occidente tenía más capacidad en el ámbito científico, éramos mejores. Mi impresión es que esa primacía está amenazada por el despertar de China. Todavía no está a nuestro nivel, pero las distancias se están acortando y se está observando el modo en que ha crecido la apuesta científica del gigante asiático. No debe haber excusas para la financiación de la investigación. Es la garantía de nuestras propias expectativas. Por ello me sorprende que se adopten partidas presupuestarias simbólicas. La barrera del 3% del PIB es ya una referencia razonable. Finlandia, por ejemplo, la ha superado. Descuidar la investigación científica es un modo de quedarse fuera de juego. Y pongo igualmente el ejemplo de Japón, cuyos gobiernos han demostrado una sensibilidad extraordinaria al impulso de sus científicos. Con todos los medios. Sin restricción ni cicaterías. Es una alerta. El progreso científico de Asia puede neutralizar la ventaja occidental.

P.- Todas estas cosas se las ha expuesto a Nicolas Sarkozy. El presidente de la República tuvo a bien convocarlo en el Elíseo. ¿Qué impresión se ha llevado?

R.- Es difícil trazar un retrato en pocas palabras. Digamos que es un presidente más activo y comprometido que lo fue Chirac. También he percibido que Sarkozy va a tomarse en serio el problema de la investigación.

SU PROPIO MUNDO

«Me gusta mucho el flamenco, Paco de Lucía es admirable»

En su buzón domiciliario está escrito Fert-Ortega, ¿Se puede explicar esta combinación de apellidos?

- Ortega es el apellido de mi mujer. Nació en Orán, pero es de origen andaluz. Su familia recaló en Argelia en uno de aquellos flujos que venían de Almería. También yo tengo sangre catalana. La mitad de mi familia es originaria de Perpignan. Por eso hablo un poco de catalán y también me entiendo en español. Además he pasado muchas de mis vacaciones en Cadaqués.

De hecho, tal como subrayan sus biógrafos, allí conoció a Savador Dalí.

- Bueno, yo era amigo de una chica que trabajaba de modelo para él. Y tuve ocasión de conocerlo. También coincidí con un pintor alemán que le hacía los cuadros... [se ríe vistosamente]. Era una época muy divertida. Aunque no puedo decir que yo fuera amigo de Dalí. No creo que nadie haya sido amigo de Dalí. Nos reíamos mucho a su lado. Sobre todo cuando organizaba sus happenings. En aquella época ya no pintaba en serio. Predominaba claramente el personaje sobre el artista. Pero fue un modo de identificarme con la cultura catalana y española.

Después ha encontrado otros caminos. Pedro Almodóvar, por ejemplo.

- Es verdad. Me considero un gran admirador. Por su talento, por su imaginación, por su originalidad. En realidad, la cultura española me interesa en muchas de sus dimensiones. Me gusta, por ejemplo, el flamenco. Admiro mucho a Paco de Lucía. Y últimamente me ha sorprendido mucho un disco de Concha Buika. También tengo entre mis favoritos a Bebo Valdés y El Cigala. Incluso a Diego Amador.

Será porque Amador se acerca mucho al territorio del jazz. Probablemente su gran pasión musical, ¿no?

- Es mi gran pasión, sí. Creo que Charlie Parker me inoculó el virus cuando yo tenía 20 años. Después he ido cultivando a otros maestros. Como Thelonious Monk, Miles Davis, John Coltrane, Keith Jarrett...

Aunque eligió un clásico, Camille Saint-Saëns para la ceremonia de los Nobel.

- Sí, elegí el concierto para cello. Fue realmente emocionante. Y me dije entonces que debería dedicarle más tiempo a la lectura y al cine.

Esperando, cada año, la última película de Woody Allen.

- Así es.

¿Y el rugby?

- Es la única razón que me conduce a encender el televisor. Ahí lo tiene, escondido detrás de un panel. El rugby forma parte de la idiosincrasia de la gente del sur de Francia. Y no soy yo una excepción.

LA CUESTION

- Usted es profesor universitario y dirige un laboratorio mixto en el que se conciertan el Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS) y el coloso privado Thales. ¿Cree que el camino del futuro requiere de esa equidistancia entre academia, impulso público e iniciativa privada?

- Siempre he dicho y lo repito ahora que el premio Nobel es un trabajo de equipo. Creo que no hay que personalizar los hallazgos ni los descubrimientos, sino celebrarlos como el resultado del trabajo común. Es muy importante la complementariedad: Universidad, investigación pública e iniciativa privada. Creo en ese diálogo. Y estamos apreciando la fecundidad. Cualquier retraso de financiación en los programas ultracompetitivos implica su condena. La competitividad es tan grande que el tiempo pesa más que en cualquier otra época pretérita. De ahí la importancia del diálogo público-privado. En términos de financiación y en términos de beneficios recíprocos. No creo en los investigadores estrella, sino en el resultado colectivo.

TRIBUNA LIBRE
OLIVER SACKS
La jaqueca y sus imágenes

He sufrido de jaqueca durante casi toda mi vida; el primer ataque del que guardo memoria me ocurrió con tres o cuatro años de edad

He sufrido de jaqueca durante casi toda mi vida; el primer ataque del que guardo memoria me ocurrió con tres o cuatro años de edad. Estaba jugando en el jardín cuando apareció a mi izquierda una luz brillante, cegadora, de un resplandor deslumbrante, casi tanto como el sol. Empezó a aumentar de tamaño, se transformó en un semicírculo luminoso que se extendía desde el suelo hasta el cielo, con unos bordes zigzagueantes en forma de picos y unos colores azul y naranja vivísimos. Acto seguido, tras el resplandor, me sobrevino una ceguera, un vacío total en mi campo de visión, e inmediatamente después ya no pude ver prácticamente nada de lo que tenía a mi izquierda. Me quedé aterrorizado. ¿Qué estaba sucediendo? A los pocos minutos, mi vista recuperó la normalidad, pero fueron unos minutos que se me hicieron larguísimos, los más largos que jamás había experimentado.

Le conté a mi madre lo que me había ocurrido y ella me explicó que había sido una jaqueca. Mi madre era médico y durante toda su vida también sufrió migrañas. Lo mío había sido una «migraña visual», me dijo, también llamada migraña aura. El perfil zigzagueante que vi, me explicó tiempo después, se parecía al contorno de los fuertes medievales y por eso se conocía como tipo fortificación. Muchas personas contraían un terrible dolor de cabeza después de ver esa fortificación, pero, si tenía suerte, yo sería uno de los que veía sólo el aura, sin padecer dolor de cabeza posterior.

Mi madre me explicó también que las auras como la que yo había visto se debían a una especie de perturbación, como si una ola cruzara a través de la zona responsable de la visión en el cerebro. Es posible que una ola similar atraviese otras zonas del cerebro, me dijo, por lo que el enfermo podría experimentar una sensación extraña en un lado del cuerpo, o percibir algún olor curioso, o encontrarse con que, de forma transitoria, es incapaz de articular palabras. Una migraña podría afectar la percepción del color, o la profundidad, o el movimiento; podría hacer que todo el sistema visual fuera ininteligible durante algunos minutos. Luego, si se es de los que no tienen suerte en esto, es posible que la jaqueca se prolongue con dolores violentos de cabeza, con frecuencia en uno solo de los lados, con vómitos, con una sensibilidad dolorosa a la luz y al ruido, con trastornos abdominales y con una multitud de otros síntomas diferentes.

En su autobiografía, titulada Giving Up the Ghost [Entregar el alma], la novelista británica Hilary Mantel describe así las migrañas que empezó a padecer desde que era muy niña: «Mis ojos se sienten atraídos hacia un punto... No soy capaz de ver nada, aunque no se trata exactamente de una ceguera. Soy capaz de notar una espiral, el zumbido sordo de un lento aleteo, como el de las moscas; pero no son moscas. No hay nada que ver. No hay nada que oler. No hay nada que oír. Sin embargo, su movimiento, su desplazamiento insolente, me revuelve el estómago. Puedo sentir, en la periferia, al límite de todos mis sentidos, las dimensiones de la criatura. Es tan grande como un niño de dos meses. Su profundidad es de 68 centímetros... No tiene bordes, ni masa, ni dimensión, ni forma, excepto la informe; se mueve... Se ha colado en mi interior, dentro del espacio de un pensamiento, y ha producido una resonancia malsana dentro de mis huesos y en todas las cavidades de mi cuerpo».

De niña, según Mantel, la migraña «cargaba el aire de presencias invisibles y de ecos de extrañas voces; me producía visiones morbosas». Escribe la autora que «a veces, el aura adquiere formas que te ponen más a prueba. Me voy a quedar sorda. Las palabras que trato de escribir terminan siendo otras palabras. Voy a sufrir sueños extraños, de los que despierto entre alucinaciones de sabor... Como si fuera un tic nervioso, en mi cabeza se va a alojar una melodía que hará que las palabras tropiecen con ella... Es una tortura que conozco bien eso de que se te meta dentro esa melodía que no te puedes quitar de la cabeza y que no es sino el preludio de una día de abundantes vomitonas».

En las auras de mis migrañas yo a veces veía, muy intensamente si cerraba los ojos y de manera más desdibujada si los mantenía abiertos, tenues líneas que se ramificaban, como ramitas muy delgadas, o estructuras geométricas que cubrían todo el campo visual: rejas, tableros de damas, telarañas y panales de abejas. A veces, los motivos eran más elaborados, como alfombras turcas o mosaicos complejos; en otras ocasiones veía rollos y espirales, remolinos y torbellinos, e incluso formas tridimensionales en algunas ocasiones, como piñas piñoneras diminutas o erizos de mar.

Me enteré de que este tipo de motivos no los veía exclusivamente yo y, años después, cuando trabajé en una clínica especializada en migrañas, descubrí que muchos de mis pacientes veían habitualmente este tipo de motivos. Además, cuando revisé documentos históricos, me encontré con que sir John Herschel, el astrónomo, había proporcionado descripciones detalladas de sus propias migrañas visuales en la década de los 50 del siglo XIX. A su colega astrónomo, George Airy, que también padecía estas jaquecas, le escribió en una carta: «...La imagen de la fortificación por dos veces hoy en mis ojos [...] También una especie de motivo a cuadros, como parcelas rectangulares, y un dibujo como de una alfombra en todo el resto del área visual». Herschel se preguntaba si podría tratarse de «una capacidad caleidoscópica, en el plano sensorial, para componer motivos regulares mediante la combinación simétrica de elementos casuales», una facultad de «trabajar dentro de nuestra propia organización pero distinta de la de nuestra propia personalidad».

Muchos años después, cuando todavía no hacía mucho que me había estrenado como médico, leí un librito (dos breves libros, en realidad) del gran neurólogo Heinrich Klüver, titulado uno de ellos Mezcal y Mecanismos de alucinación el otro. Klüver no sólo recopilaba muchos relatos de la literatura sino que él mismo probó personalmente el aguardiente que se obtiene con la destilación de esta planta y describió alucinaciones visuales geométricas en las primeras fases de su experimentación. «Alfombras orientales transparentes -escribió-, pero infinitamente pequeñas, objetos esféricos de arte plástico a base de filigranas como radiolarios [protozoos rizópodos], motivos de papeles pintados, figuras como telarañas o círculos y rectángulos concéntricos, formas arquitectónicas como contrafuertes, rosetas, motivos vegetales y calados».

Klüver hablaba de «formas constantes» y de la tendencia a la «geometrización», a los «adornos geométricos», aparentemente construidos dentro del cerebro. Las visiones producidas por el mezcal y otros alucinógenos evolucionaban, por lo común, desde estas formas elementales de alucinación a visiones elaboradas de un tipo mucho más personal y, en ocasiones, místico (en las que no faltaban escenas con personas y animales, así como paisajes). Klüver observó, sin embargo, que las alucinaciones menos complejas, las geométricas, que precedían a las otras, eran idénticas a las detectadas en diversos estados físicos: jaquecas, privación sensorial, bajo contenido de azúcar en sangre, fiebre, delirios o estados hipnopómpicos [intermedios entre el sueño y el despertar] e hipnagógicos [estadios inmediatamente anteriores al sueño] que se producen inmediatamente antes y después del sueño. De hecho, incluso en ausencia de circunstancias médicas especiales, esas alucinaciones podían inducirse en cualquiera mediante luces parpadeantes o, en ocasiones, mediante una simple aplicación de presión en los ojos.

Dichas formas geométricas constantes, por tanto, no dependen de la memoria o de la experiencia personal, ni del deseo o la imaginación. Por otro lado, para quienes vemos auras en el curso de las migrañas (quizás, un 10% de la población) se trata casi de viejas amigas.

Aunque la migraña es causa de grandes padecimientos para millones de personas, durante la última década se han registrado avances en la comprensión de lo que sucede durante los ataques de jaqueca y sobre los procedimientos para prevenirlos o minimizarlos. Sin embargo, todavía tenemos un conocimiento muy primitivo sobre lo que constituye uno de los fenómenos más intrigantes de este mal: las alucinaciones geométricas que con tanta frecuencia provoca.

Lo que podemos afirmar, en términos generales, es que estas alucinaciones reflejan la diminuta organización anatómica, la citoarquitectura, del córtex visual primario, incluyendo su estructura en columnas, así como las formas en que se organiza la actividad de millones de células nerviosas para producir motivos complejos e infinitamente mudables. De hecho, gracias a estas alucinaciones podemos observar parte de la dinámica de una población abundante de células nerviosas vivas y, en particular, el papel de lo que los matemáticos han bautizado con el nombre de caos determinista, al permitir que a través del córtex visual aparezca una actividad de motivos complejos. Esta actividad funciona a un nivel celular básico, muy por debajo del nivel de la experiencia personal. Son, en cierto sentido, arquetipos universales de la experiencia humana.

En mi niñez, los motivos decorativos ejercían sobre mí una gran fascinación, empezando por los diseños que encontraba en mi propia casa, como las baldosas de diversos colores que teníamos en el porche, el mosaico que formaban en la cocina unas pequeñas teselas pentagonales y hexagonales, el diseño en espiga de las cortinas de mi habitación y el dibujo a cuadros de un traje de mi padre. Cuando me llevaban a la sinagoga para asistir a los servicios religiosos, yo estaba más interesado en el mosaico de minúsculas teselas del suelo que en la liturgia religiosa. También estaba fascinado por un par de aparadores chinos antiguos que teníamos en el salón de casa porque, taraceados en sus superficies lacadas, había motivos de una complejidad increíble, motivos a escalas diferentes, motivos dentro de otros motivos, todos ellos rodeados por racimos de zarcillos y hojas.

Estos motivos geométricos y ondulantes me resultaban conocidos en cierto sentido, y si no los identifiqué con nitidez hasta muchos años después fue porque no los había visto sólo en los objetos que me rodeaban sino dentro de mi cerebro, cuando estos motivos resonaron como un eco a través de mi propia experimentación personal de los complejos alicatados y torbellinos producidos por la migraña.

Mucho después incluso, cuando vi las primeras fotografías de la Alhambra, con sus intrincados mosaicos geométricos, empecé a preguntarme si lo que yo había interpretado como una experiencia exclusivamente personal no formaría parte en realidad de un todo mucho más amplio, si determinadas formas básicas de arte geométrico, que se remontaban a decenas de miles de años, no podrían reflejar también la expresión exteriorizada de unas experiencias universales. Motivos del mismo estilo de los causados por la jaqueca, por así decirlo, pueden admirarse no sólo en el arte islámico sino también en obras clásicas y medievales, en la arquitectura zapoteca, en las pinturas de artistas aborígenes australianos, en la cerámica de Acoma, en la cestería de Swazilandia, en todas las culturas prácticamente. A lo largo de la Historia, parece haber existido siempre la necesidad de exteriorizar estas experiencias internas, de hacer arte a partir de ellas, desde los motivos decorativos de las pinturas prehistóricas en las cuevas hasta el arte psicodélico de los años 60 del siglo pasado. Esos arabescos que se construyen dentro de la organización de nuestro cerebro, ¿nos están proporcionando nuestra idea primera de geometría, de belleza formal?

Sea o no así, hay un sentimiento creciente entre los neurocientíficos de que la actividad autoorganizativa de enormes poblaciones de neuronas visuales constituye un requisito previo a la percepción visual; es así como se empieza a ver. La autoorganización espontánea no se restringe a los sistemas vivos; se puede observar asimismo en la formación de los cristalitos de la nieve, en la agitación y en los remolinos de las aguas turbulentas, en determinadas reacciones químicas oscilantes. En todos estos casos, también, la autoorganización puede producir geometrías y motivos en el espacio y en el tiempo, muy parecidos a los que puede ver en el aura quien padezca de migraña. En este sentido, las alucinaciones geométricas de la migraña nos permiten experimentar en nosotros mismos no sólo un fenómeno universal del funcionamiento neuronal sino un fenómeno universal de la propia naturaleza.

Oliver Sacks es uno de los neurólogos más reputados del Reino Unido y autor de obras como Migraña , La jaqueca: estudio de un trastorno habitual y La isla de los ciegos al color

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